Sociocracia | Violencia obstétrica, un enemigo evidente para quienes la sufren
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Violencia obstétrica, un enemigo evidente para quienes la sufren

Violencia obstétrica, un enemigo evidente para quienes la sufren

La violencia contra la mujer se ha visto reflejada constantemente en diversos ámbitos de la sociedad mexicana y durante el embarazo no ha sido la excepción.

De acuerdo con los resultados de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2016 (ENDIREH-2016) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), durante el período de 2011 a 2016, el 33.4% de las mujeres de entre 15 y 49 años de edad que tuvieron un parto, sufrieron algún tipo de maltrato por parte de quienes las atendieron.

Los maltratos referidos por las mujeres encuestadas fueron: colocación de algún método anticonceptivo o esterilización reproductiva sin preguntarle o avisarle (4.2%); negación a ser anestesiada o la aplicación de bloqueo para disminuir el dolor sin recibir explicaciones (4.8%); recepción de ofensas o humillaciones (7%); ser forzada a permanecer en una posición  incómoda o molesta (9.2%); presión para aceptar la colocación de un dispositivo o la esterilización reproductiva (9.2%); ser ignorada al hacer preguntas sobre su parto o su bebé (9.9%); tardanza para ser atendida porque le dijeron que estaba gritando o quejándose mucho (10.3%) y; recepción de gritos o regaños (11.2%).

Aunado a ello, existen otros actos constitutivos de violencia obstétrica como son: la práctica de cesárea sin consentimiento previo de la mujer, el forzarla a parir acostada y/o inmovilizada o no ser atendida de forma oportuna y eficaz en las emergencias obstétricas, situaciones no consideradas en dicha encuesta.

Prácticas como las mencionadas anteriormente son comunes durante el parto, pero la violencia obstétrica también se presenta durante el embarazo y el puerperio. Al respecto, cabe señalar que la ENDIREH-2016 solo refiere porcentajes durante el parto, sin embargo, la falta de cifras de violencia obstétrica durante las otras etapas no significa su inexistencia, sino la ausencia de atención por parte de las autoridades respecto a una realidad que viven las mujeres en nuestro país.

Debido a estas situaciones, uno de los momentos que puede ser el más esperado por las mujeres, sobre todo cuando se trata de su primer embarazo, dista mucho de ser una experiencia positiva que infunda tranquilidad y confianza hacía el personal médico y, más bien, se convierte en un episodio aterrador, frustrante y angustiante para muchas mujeres víctimas de atención inadecuada e incluso esa mala experiencia puede ser compartida con la pareja y demás familia que vive momentos de incertidumbre e impotencia.

La violencia obstétrica se produce tanto en instituciones públicas como privadas y resulta ser una más de las consecuencias de la discriminación hacia las mujeres provocada por la situación social en que se encuentran (nivel de estudios, falta de recursos, edad, etcétera) o por la violencia de género existente.  Además, la relación médico-paciente parece desenvolverse en un ambiente donde se presentan indicios de autoridad y control del personal médico sobre las mujeres, quienes, en ocasiones, solo se resignan, siguen las indicaciones que muchas veces parecen órdenes y esperan que el sufrimiento termine lo más pronto posible para ella y su hijo o hija.

En el mes de junio del presente año fue posible observar, a través de una cuenta de Twitter, una grabación de 12 segundos donde una supuesta estudiante de Medicina se burlaba de una mujer en labor de parto, escribiendo: “Bienvenidas todas las señoras de 15 años con 3 de dilatación”, mientras de fondo se escuchaban los gritos “ayúdenme, por favor” y “me duele mucho”. Lo anterior, se constituye como una muestra simple, pero cotidiana del trato deshumanizado a que están expuestas las mujeres de manera constante. Se evidencia así la falta de empatía por parte del personal médico y la vulnerabilidad de las mujeres que se encuentran en esa situación de por si compleja dadas sus implicaciones.

Por otra parte, hablar de violencia obstétrica también nos lleva a hablar de sus consecuencias, tanto para la madre como para el hijo, a saber: el daño psicológico y físico, este último derivado de la aplicación de inadecuados procedimientos como son los daños sufridos por las distocias de contracción (anomalías en la contracción y dilatación uterina) o histerectomías (extirpación del útero) o complicaciones en las cesáreas, entre otras.  Por lo que se refiere al producto de la gestación, este puede experimentar sufrimiento fetal y, en casos extremos, las complicaciones pueden derivar en daños temporales o permanentes que le impidan llevar una vida normal, o incluso, ocasionarle la muerte.

Conjuntamente a los daños anteriores, se produce la violación masiva de Derechos Humanos, tales como: Derecho a la salud, a la información, a la no discriminación y, por supuesto, a una vida libre de violencia.

La maternidad no debe ser signo de sufrimiento. Las mujeres embarazadas gozan de una protección dentro de un marco normativo internacional y nacional (Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, Convención sobre la Eliminación en contra de la Mujer, recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, Normas Oficiales Mexicanas, recomendaciones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos), a través del cual se busca garantizar que las mujeres gocen de su derecho a la salud prenatal y posnatal con todas sus implicaciones, recibiendo un trato digno y respetuoso.

Por su parte, el Estado mexicano está obligado a garantizar una mejora continua en la calidad, disponibilidad y accesibilidad de los servicios de salud obstétrica y a que el personal médico trabaje bajo un régimen de respeto a los Derechos Humanos.

No obstante lo anterior, la existencia de una vasta gama de disposiciones legales por sí misma no garantiza que situaciones como la del mes de junio sigan suscitándose, más bien evidencian que no son suficientes si se quedan en una mera expectativa poco realizable en la realidad.

Sin duda aún falta mucho por hacer y debe promoverse, por tanto, un enfoque desde la perspectiva de Derechos Humanos y de género, así como reforzar la sensibilización de los profesionales de la salud. Se debe evitar que, al asistir a una institución médica, las mujeres no transiten en un ambiente áspero y desesperanzador al saber que su experiencia no será para nada satisfactoria.

Por su parte, se debe garantizar que las etapas de embarazo, parto y puerperio se desarrollen bajo un régimen de respeto a los Derechos Humanos y también es necesario que las mujeres tomen conciencia de sus derechos para hacerlos valer. Existen mecanismos jurídicos que les permiten a las víctimas obtener una reparación integral del daño cuando existieron violaciones de sus Derechos Humanos.

La violencia obstétrica no debe pasar desapercibida y nos corresponde seguir evidenciándola. Por su parte, las mujeres que han sido víctimas de ella, deben manifestar sus inconformidades ante el trato inadecuado que reciben en la atención obstétrica para que no se ve afectada su integridad personal. Ninguna persona debe ser sometida a humillaciones, insultos, amenazas y demás tratos degradantes o que pongan en peligro su vida.

La violencia obstétrica debe erradicarse y no silenciarse, de lo contario seguirá aumentando la cifra de víctimas de malas prácticas médicas, convirtiendo este tipo de violencia en un común denominador de trato deshumanizado.