
Un individuo es influenciado en su vida por 3 esferas principales, la familia, la comunidad y la sociedad. Todos los que hacemos parte de una sociedad nos relacionamos con personas impactadas por su entorno familiar para bien o para mal, lo que demuestra que las situaciones de otros entran a afectarnos, aunque creamos que no. Las aflicciones de los demás van a determinar cómo se relacionan con nosotros en ambientes de estudio, trabajo, espacios públicos, por nombrar algunos casos; por eso hoy espero inquietar sus vidas a comprometernos desde “nuestra calidad humana” para que juntos a través de nuestras experiencias, lejanas de la perfección, muchas veces gozando de privilegios que ni reconocemos, sembremos un grano de arena en la lucha contra este flagelo llamado “abuso”.
Personalmente, creo en la importancia absoluta que como sociedad tenemos al comprometernos para generar cambios personales, familiares, institucionales y gubernamentales tanto para la prevención como para el acompañamiento de sobrevivientes, debido a que el abuso es un problema cíclico y de masiva expansión, por ejemplo, un corazón herido -de manera involuntaria- va a impartir parte del dolor que lleva consigo, porque sencillamente damos de lo que somos y tenemos.
Es indispensable que se reconozca la importancia de que el dolor se debe liberar y por ello, denunciar es el primer paso en el que esperamos existan consecuencias para quienes no solo infringen la ley, sino que también vulneran la integridad de otra persona; de allí la necesidad de que se quiten las prescripciones penales de estos delitos; por ejemplo, en el caso de los adolescentes o adultos en los cuales los abusos no siempre tienen evidencias físicas como es el caso de la primera infancia, el saber que no hay un tiempo límite para entablar procesos en contra de victimarios pasa a ser una herramienta de lucha. Hay muchas razones para que una persona no acceda a la justicia, desde la falta de confianza en las autoridades, el temor a represalias, los vínculos familiares, sociales o religiosos, hasta las carencias culturales y económicas que los limitan.
Por eso es de suma importancia que nos comprometamos, que veamos esta realidad mundial de manera cercana, porque realmente lo es, las víctimas que en algún momento vemos frágiles e inocentes, pueden convertirse en el peor de los villanos sino se les da el debido acompañamiento. Jamás vamos a justificar las acciones de un adulto, pero sí debemos tener empatía a las necesidades que se generan en la víctima, solidaridad con el dolor. Desafortunadamente no estamos exentos de estas situaciones, pero es el momento de unirnos, de ser empáticos, de contribuir a la salud mental de otros, esta situación no es trabajo solo de profesionales, de instituciones especializadas, es un compromiso que tenemos como ciudadanos, como padres, hermanos, tíos, abuelos, primos, vecinos, etc.
De esta manera, esto no solo es cuestión de centrarnos en el victimario, sino en la falta de acompañamiento que las victimas sufren y que genera reprensión, situación que los lleva a convertirse tristemente en amenazas sociales.
Es así como los invito a que reflexionemos en lo siguiente:
TÚ, haces parte de la solución o del problema cuando actúas con indiferencia frente al abuso.
TÚ, haces parte de nuestra lucha si has sido víctima o simplemente te unes por solidaridad al dolor de otros.
TÚ, puedes denunciar un delito sexual, o ayudar a otros a buscar ayuda.
Es tiempo de actuar, de comprometernos, de caminar juntos contra todas las formas de abuso, no es un problema de algunos, es un problema de TODOS.
Escribio: Luisa Fernanda Segura A. Autora El Cofre de Martina, Creadora y Directora del Movimiento



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